Nuestra llegada a Francia no se produjo
en las mejores circunstancias, nosotros nos encontrábamos inmersos
en medio de una intransigente gripe que nos provocaba constantes
ataques de tos mientras pedaleábamos y como no, también mientras
descansábamos. En algunos momentos pensamos que aquello se estaba
poniendo muy serio y que nos encontrábamos inmersos en medio de una
bronquitis que necesitaba más tratamiento que un simple jarabe. Por
otro lado el invierno del hemisferio Norte estaba en pleno apogeo,
lluvia, frio, y un viento tenaz que en ocasiones imposibilitaba el
avance en la bicicleta e incluso la posibilidad de mantener el
equilibrio siquiera. Veníamos de recorrer la costa española
bendecidos con un probablemente inusual tiempo invernal, llenos de
días con un sol magnífico, sin apenas viento, con escasa lluvia, en definitiva un regalo meteorológico que nada más llegar a Francia
nos dimos cuenta que se había acabado. Por si fuera poco, la llegada
de una ola de frío siberiano hizo bajar las temperaturas de forma
dramática en la costa francesa esos días, obligándonos a emplear
toda la ropa de invierno que llevamos en nuestras alforjas, pero de
nada sirve quejarse, así es la aventura y es parte del trato
adaptarte a cada situación por adversa que sea, si no estás
dispuesto a ello, probablemente lo mejor es hacer otra cosa.
Comenzamos en Perpignan, ciudad mítica
del exilio político español durante los años de la dictadura de
Franco, empezábamos en un nuevo país, con nuevas costumbres en la
circulación, nueva lengua, supongo que dentro de unos meses esta
circunstancia no supondrá nada especial, pero hoy por hoy, cada vez
que cruzamos una frontera siempre aparece el gusanillo en el estómago
acerca de como será, qué cambiará con el país anterior, qué tal
nos adaptaremos, etc. Francia, he de decir que nos ha tratado
fenomenal, no tanto la climatología, pero obviamente este hecho no
es culpa de los franceses, la verdad en Francia nos hemos sentido muy
apoyados en todo momento, muchísima gente por la calle (y digo
muchísima), nos paraba, nos saludaba, nos preguntaba por nuestra
aventura y se interesaba por ella. Los palabras que más hemos
escuchado en nuestro país vecino han sido “Bon Courage”, del
cual no hay un equivalente literal en español. A
menudo, pero no siempre, la "buena suerte" que traducen
muchos diccionarios, se puede utilizar en situaciones similares, pero
mucho más que en francés, tiene la connotación de que la persona
tendrá éxito o fracasará debido a factores puramente externos. Por
el contrario, "bon courage" implica que el éxito se debe a
la fortaleza de la persona. "Bon courage" también implica
alguna prueba, alguna dificultad. He de decir que resultaba muy
gratificante ser homenajeado constantemente con tan buenos deseos,
especialmente aquellos momentos en los que anímicamente no te
encuentras en lo más alto.
Al contrario de lo que inicialmente teníamos previsto, que era acampar bastante a menudo, normalmente en acampada libre, no necesariamente en un camping, debido a que económicamente tiene un impacto bastante más alto del que podría parecer en nuestra economía de viaje, sino porque además en esta época del año la mayoría de ellos se encuentran cerrados, al final nos hemos encontrado con que cada noche hemos contado con la hospitalidad de la gente allá donde llegábamos. Gracias a las redes de hospitalidad altruista, supongo que muchos de vosotros por supuesto conoceréis, Couchsurfing.com y Warmshowers.org (más enfocada al mundo cicloviajero), en Francia hemos dormido cada noche en una casa diferente, hubo un par de excepciones motivadas por la imposibilidad de llegar al destino debido a las inclemencias meteorológicas y la otra fue en nuestra estancia en Marsella. Nosotros estamos acostumbrados a acoger cicloviajeros en nuestra casa de La Nucía, para nosotros es normal abrir las puertas de nuestra casa a desconocidos que pasan de viaje por nuestra localidad y nos solicitan quedarse en nuestra casa, darse una ducha caliente y lavar la ropa en caso necesario, además estos encuentros sirven siempre para conocer gente nueva, descubrir vidas completamente diferentes a las nuestras, tener la oportunidad de charlar con gente interesante y en definitiva nutrirnos de aquellos/as que pasan por nuestra casa con experiencias diversas y mentalidades muy inspiradoras en la gran mayoría de los casos. Desde que salimos de nuestra casa, hace ya más de un mes, la situación se ha revertido, nosotros somos los visitantes que accedemos a los hogares de la gente que nos encontramos por el camino. El mecanismo funciona a través de la web de cada uno de los portales que he comentado antes, en el que cada miembro de la comunidad tiene un perfil con su tipología de persona, intereses, inquietudes y las posibilidades de alojamiento que puede ofrecer. Una vez que planeamos la llegada a una ciudad solemos buscar los anfitriones disponibles y realizamos las solicitudes pertinentes, el siguiente paso es esperar las respuestas de los anfitriones, como os podéis imaginar, se dan todos los casos, gente que responde positivamente, invitándote a quedarte en su casa, gente que responde negativamente y gente que no responde. Como decía nuestra experiencia ha sido muy positiva, hemos tenido la oportunidad de conocer gente tremendamente interesante, inspiradora, divertida, gente con la que tienes una conexión especial y eso se nota desde el primer momento, en ocasiones la pasión por viajar, por la aventura, por la bicicleta, por conocer gente o por una forma de vida al margen de lo que socialmente está considerado como normal. En nuestro paso por Francia tuvimos la oportunidad de alojarnos en casa de Etienne y sus compañeras en Perpignan, con Françoise y Jean Louise en Amrissar, que cocinaron un plato delicioso con las verduras de su huerto, con Jean Jacques en Mèze que nos cuidó en lo peor de nuestra bronquitis, con la entrañable familia de Colette en Miramás, conocimos a Marie Françoise la vecina de Thierry, un amigo de nuestro amigo Franck, que nos trató como si fueramos familia suya, tuvimos la oportunidad de reirnos a carcajada limpia con Priscilla y Claudia en Sainte Maxime, tuvimos la enorme suerte de conocer a Corinne, encantadora, súper inspiradora, nos enseñó muchísimas cosas sobre sostenibilidad, sobre los proyectos en los que interviene y sobre compromiso en ecología, tampoco podremos olvidar a Philippe y Marie Jose y lo bien que nos trataros en su hotelito de Èze y como no, el reencuentro con viejos amigos, mi amigo Franck con el que compartí piso hace casi 20 años en Edimburgo, nos volvimos a ver estos días, él con su maravillosa familia y nosotros pedaleando rumbo a China. Francia nos ha brindado la oportunidad de tener fantásticos encuentros durante el tiempo que hemos pasado por allí, además nos ha brindado la posibilidad de pedalear por lugares fantásticos, el Parque Natural de La Camargue, los canales de Midi y du Rhone, las montañas de la Costa Azul y las playas de su litoral mediterráneo, sin duda, por todo esto y mucho más, recordaremos nuestro paso por Francia durante mucho tiempo, Merci Beaucup...
Hola, animo venga, ya queda un poco menos, cuidaros y que tengais mucha suerte. Sois unos valientes. 💋💋
ResponderEliminarMuchas Gracias Asun, ahí estamos intentando disfrutar del camino..., ¿un fuerte abrazo!
EliminarÁnimo. Un saludo desde Cádiz.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
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