Entramos en Italia después de un mes
en ruta, habiendo recorrido aproximadamente 1500 Km entre España y
Francia, nos marchamos de Italia un mes después, con 1100 Km más en
nuestras piernas, muchos amigos nuevos y sobre todo siendo mucho más
fuertes que cuando llegamos. En ese tiempo Italia se ha encargado de
hacer muchísimo más amplia nuestra zona de confort, también ha
servido para analizar como queremos que sea esta etapa de nuestra
vida que nos llevará al lejano oriente por los caminos de la ruta de
la seda. ¿Qué ha pasado, os preguntaréis?, en primer lugar hemos
sido sometidos a los elementos, es cierto que uno debe
estar
preparado para todo en una aventura como esta, pero no es menos
cierto que no sabes que lo estás hasta que te encuentras inmerso en
ella. Iniciamos nuestro recorrido en invierno, por tanto deberíamos
haber pensado que probablemente el tiempo no fuese el más apacible,
sí, éramos conscientes, lo que pasa es que pretendíamos recorrer
durante el inviernos los países ribereños del Mediterráneo con el
fin de evitar las condiciones climatológicas más severas y a la vez
que nos sirviera como entrenamiento a los posibles fríos de Asia
central, en caso que nos pillara por aquellas latitudes de nuevo el
invierno.
El plan no estaba saliendo mal, en España tuvimos un
tiempo otoñal, nada de frío intenso, en Francia sí nos alcanzó el
frío pero acorde a lo esperado, la verdad, ha sido en Italia donde
nos hemos tenido que enfrentar a condiciones climáticas realmente
exigentes. Nuestro periplo por el país de la pizza coincidió con
uno de esos fenómenos que llaman Vórtice Polar o Vórtice Ártico,
vamos lo que viene siendo una ola de frio polar, algo así como si en
Siberia alguien hubiera olvidado cerrar la puerta y se les escapa el
frío al resto del continente. Pues bien nos pilló de lleno, además
este año por alguna razón la ola de frío ha sido más larga de lo
habitual, pero ¿para qué ha servido esto?, pues bien, en primer
lugar para que pasáramos muchísimo frío, temperaturas durante el
día con varios grados bajo cero, nevadas muy intensas, etc..., Antes
de partir contemplábamos esta circunstancia como poco probable, o en
el peor de los casos de una duración menor, desde la comodidad de
nuestra casa, el calor del hogar, encontrarte a resguardo, verte
pedaleando dentro del frío polar causa temor, desconfianza en tu
capacidad de hacerlo y en definitiva provoca un estado de cierta
ansiedad ante una situación llevada de alguna manera más allá de
lo que tus límites, a priori, te permitirían superar.
De cualquier
manera nos hemos tenido que enfrentar a ello, nos sorprendió la
tormenta polar y nos absorbió, ante esta circunstancia hay varias
opciones, tirar la toalla, quedarte en algún lugar hasta que pase la
ola de frío o seguir adelante haciéndole frente con tus propios
recursos. Pues bien las tres opciones se nos pasaron por la cabeza,
pero de las tres optamos por la tercera, seguir adelante, ¿qué
ocurre?, ¿cómo funciona esto en nuestra cabeza?, bien..., llevas un
tiempo pedaleando con frío, lluvia en ocasiones, pero ahí sigues,
te vas dando cuenta por la previsión meteorológica que se acerca
una ola de frío, la gente te lo dice, las noticias lo anuncian, pero
piensas...,
bueno seguro que no es para tanto, se han equivocado en
varias ocasiones..., con un poco de suerte estaremos en algún lugar
que podemos quedarnos y en un par de días seguimos..., en fin una
serie de invenciones propias de lo que quieres que pase, pero que no
necesariamente va a ser lo que va a pasar.... De repente un día
amanece muy frío, más de lo normal, ha nevado toda la noche y la
previsión es de que nieve durante el día, pero no está nevado por
la mañana y piensas que te verás capacitado a hacerlo, a pedalear
durante todo el día e intentar llegar a tu destino 60 o 70 km más
allá. Ves las calles llenas de nieve, pero haces una prueba rodando
con el tándem y parece que puedes pedalear y al final te lanzas...
Es importante recalcar que gracias a las redes de hospitalidad que he
comentado en otras ocasiones, cada noche teníamos concertados
alojamientos en casas de diferentes anfitriones en diferentes
ciudades del norte de Italia. Esto provocaba una situación un tanto
peculiar porque por un lado nos aseguraba que tendríamos techo al
final del día, siempre y cuando fuéramos capaces de llegar a la
siguiente ciudad, pero por otro lado nos creaba una cierta obligación
ya que habíamos quedado con gente que abría las puertas de su casa
para albergarnos durante esos días. Obviamente siempre estaba en
nuestra mano cancelar o modificar cualquier cita con nuestros
anfitriones si las condiciones meteorológicas hicieran imposible
circular en bicicleta, pero de alguna manera nosotros mismos nos
creábamos el compromiso de llegar a los sitios marcados.
El problema
está en que en estas circunstancias, temporal de nieve, carreteras
cortadas, circulación complicada, cualquier imprevisto puede hacer
que te quedes tirado en medio de la nada, una avería mecánica, una
carretera cortada o un simple pinchazo ya que intentar arreglar un
pinchazo con los guantes puestos a -10ºC se convierte en una tarea
bien complicada y hacerlo sin guantes supongo que más...
La primera
vez que nos enfrentamos con una fuerte nevada, nos pillo en ruta ya,
decidimos seguir, en ocasiones la visibilidad era complicada,
circulábamos por la Vía Emilia, una strada nazionale, probablemente
una de las más transitadas de Italia, con el agravante que la
autopista paralela que une gran parte de las ciudades más
importantes del país se encontraba cerrada al tráfico pesado por el
temporal de nieve, eso hacía que la carretera estuviera llena de
camiones, en fin una tormenta perfecta que nos lo hizo pasar bastante
mal. Para colmo, la carretera no tenía arcén y a algunos
conductores no les hacía mucha gracia que la carretera estuviera
ocupada por un vehículo a pedales, así que además de sufrir las
inclemencias meteorológicas, también sufrimos la mala educación y
enorme falta de respeto de algunos conductores.
Cierto es que otros
conductores nos mostraban su admiración y como no, otros su
compasión por el entorno en el que estábamos pedaleando... Así que
durante esa semana nos pusimos a prueba, fue duro, bastante duro
diría yo, pero lo superamos, ahora sabemos que somos capaces de
enfrentarnos a circunstancias que nunca pensaríamos que podíamos
hacer, así es esto ir superando pruebas, pruebas físicas y sobre
todo, pruebas mentales que te examinan día a día, comprobando tu
capacidad de adaptación, de superación, tu constancia y tu
tenacidad.
Es habitual que recibamos comentarios
en nuestras publicaciones en redes sociales, alabando la belleza de
los lugares que visitamos, la aventura que estamos llevando a cabo, a
veces nos llegan mensajes indicándonos cuanto nos envidian por lo
que hacemos, o un comentario muy recurrente y que me llama mucho la
atención, “seguid disfrutando mucho”. En realidad hay que tener
en cuenta que las fotos sólo muestran un instante, una décima de
segundo, que el encuadre ha sido escogido para que la foto sea
bonita, en ocasiones ha sido editada posteriormente para que la
iluminación y la tonalidad sea la deseada, en fin es sólo una
imagen, es fantasía, detrás de esa foto muchas veces hay
sensaciones mucho mejores que una cámara o nosotros como fotógrafos
no somos capaces de reflejar, pero muchas otras veces hay muchísimo
esfuerzo, hay mucho trabajo, hay sufrimiento, hay desazón y muchas
otras sensaciones que el espectador no es capaz de reconocer pero
desde luego no estaría dispuesto a sufrir para vivir ese momento
reflejado en la foto, por mucho que crea que desea hacerlo. Con esto
quiero decir que para nosotros esta experiencia no es un viaje, no
son unas vacaciones en las que estamos constantemente disfrutando, ni
mucho menos, tampoco lo pretendemos, para nosotros se trata de una
nueva etapa dentro de nuestra vida,
en las que cabe lo que cabe en la
vida normal de cualquier persona, cabe la alegría, cabe el disfrute,
cabe el entusiasmo, pero también cabe el cansancio, la frustración,
el desencanto, la falta de motivación, el dolor, la rutina... La
diferencia es que esta vida es la que queremos llevar en este
momento, no anhelamos otra, cuando esta vida nómada deje de
seducirnos, deje de motivarnos, dejemos de sentir la pasión
necesaria para seguir adelante, será el momento de cambiar de vida
otra vez. En definitiva lo que nosotros hacemos es intentar llevar la
vida que queremos en este momento, pero no significa que estemos
constantemente disfrutando, para nada, se podría decir que los
momentos de disfrute (entendiendo disfrute como placentero) son
escasos, pero hacemos lo que queremos y es eso lo que verdaderamente
cuenta. Es difícil de explicar, al igual que un corredor de una
maratón está sufriendo mucho durante la carrera, el montañero
sufre también subiendo una montaña, nosotros también sufrimos
mucho, pero al igual que ellos, no cambiaríamos ese sufrimiento por
nada, ya que es lo que deseas hacer. Cada metro de los dos mil y pico
kilómetros que hemos recorrido ya,
son consecuencia de nuestro
esfuerzo, de pasar frío, de mojarse con la lluvia, de que se te
congelen las manos y los pies, de estar siempre a la intemperie, de
sudar y oler mal durante mucho tiempo, de comer morralla mirando el
precio de cada producto para no pasarte en el presupuesto, es
consecuencia también de sacrificar el poder ver a tus amigos,
familia y seres queridos, en fin no tengo tampoco intención de dar
pena, ni muchísimo menos, pero sí dejar claro que lo que estamos
haciendo no se asemeja para nada a unas vacaciones y desde luego no
estamos disfrutando constantemente, pero sin duda es lo que queremos
en este momento de nuestras vidas y es lo que nos hace sentir vivos.
Al margen de estas reflexiones, en
Italia hemos podido reencontrarnos con viejos amigos que hacía mucho
tiempo que no veíamos, también hemos tenido la oportunidad de
conocer gente interesantísima, casi cada noche hemos dormido en casa
de gente diferente, estudiantes de intercambio, profesionales de
éxito, empleados municipales, extranjeros viviendo en Italia, en fin
realidades vitales bastante variadas y siempre enriquecedoras.
También tuvimos una experiencia con un anfitrión que nos dejó a
Ana y a mi un tanto estupefactos, aún hoy recordamos los 3 tres días
que pasamos en su casa con bastante perplejidad, obviamente no vamos
a quejarnos de alguien que de forma altruista y hospitalaria nos abre
las puertas de su casa, por favor no me interpretéis mal, pero desde
luego esta experiencia la recordaremos durante bastante tiempo como
una de las mas especiales de nuestras vidas...
También empezamos a acampar, acampar
te permite sentir la libertad de moverte a tu ritmo, de parar donde
desees montar tu tienda de campaña y descansar para el día
siguiente. No siempre son lugares idílicos, al final acabas
acampando tanto en lugares fantásticos en plena naturaleza, como en
casa abandonadas junto a una carretera, en lo que coinciden siempre
es que es la forma más directa de sentirte dueño de tu camino...
Nada más aquí seguimos pedaleando
rumbo al Este, siempre al Este, tomamos rumbo a los Balcanes...
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